miércoles, 18 de abril de 2012

Fuenlabrada-Méndez Álvaro

Ella llega y se sienta frente a mí, parece absorta, su mirada no está viendo el interior del vagón del cercanías, está en otro lugar.
Pone las manos sobre su bolso, encima de sus piernas, y se queda mirando a la ventana. El mismo paisaje de siempre, las mismas paradas de cada mañana. 
Por fin, el tren arranca y ella despierta. Abre su bolso y saca un estuche del que salen polvos de colorete, corrector de ojeras, rimmel y otros productos de maquillaje. 
Sigue ajena al entorno, a los compañeros de viaje que miran cómo se extiende el corrector intentando ocultar los vestigios de una noche eterna. De pronto, para el tren: siguiente parada.Y ella también para de maquillarse. Otra vez se queda mirando la misma ventana, traspasando el cristal, los árboles, el cielo lleno de nubes, llegando todo lo lejos que su cabeza puede llevarle. Su nariz blanca se enrojece y cae una lágrima.
Suena su móvil, se lanza a buscarlo y ve un número que conoce, pero que no quiere responder. Silencia el aparato, que ahora sólo vibra, y sigue maquillándose.
Tiene que dejarlo, porque las lágrimas se empeñan en deshacer todo el trabajo que la chica ha comenzado al salir de Fuenlabrada. Respira, se seca los ojos y vuelve a la tarea. Ahora toca el colorete. Lo extiende por las mejillas, la barbilla, las sienes, la frente...prácticamente por todo el rostro, intentando dar color a la palidez de su piel, quizás también en estos momentos, a la de su vida. 

Los viajeros ya no la miran. Están entregados a las novedades cínicas que ofrece el periódico, pero yo no puedo dejar de fijarme en ella. "Todo irá bien, seguro que no es tan grave", me debato entre si decírselo o no, pero finalmente no me atrevo...
Lo de siempre: las buenas costumbres nos hacen ser mejores personas, pero menos humanos.
 
Ella mira de nuevo a la ventana, se escapa otra lágrima y esta vez, es el preludio de algo que cambiará la escena. Suena un acorde, es una guitarra, y tras otro acorde, comienza a cantar.


Regálame tu risa, 
enseñame a soñar
con solo una caricia 
me pierdo en este mar



Algo cambia en ella. No puede dejar de mirar al músico y comienza a buscar rápidamente su cartera en el bolso lleno de bultos. Se acerca la siguiente parada, ella se bajará y el cantante acabará su canción.


Regálame tu estrella, 
la que ilumina esta noche
llena de paz y de armonía, 
y te entregaré mi vida

Consigue reunir unas monedas, el altavoz anuncia "Próxima parada: Méndez Álvaro, correspondencia con....", y ella le busca entre la gente. Quiere agradecer al músico que algo se ha movido por dentro al escucharlo, que sigue queriendo  sentir, y que su dolor, ya no es tan grande, pero el cantante coge el sentido del pasillo opuesto a ella, y la chica piensa que no llegará a darle las monedas. 
Entonces, el tren frena bruscamente, y al cantante se le cae la recaudación. 
El tiempo calculado para tomar las monedas de los usuarios del transporte, lo pierde ahora recogiendo el dinero que había conseguido reunir en las pocas horas que estrenaba la mañana. No hay tiempo, tiene que optar por las nuevas monedas, o por las ya conseguidas. Los viajeros, además, ya comienzan a bajarse, aunque quieren colaborar con él, no tienen tiempo. 
En ese momento, ella salta sobre la gente, su cara ahora sufre como si cobrara energía renovada, corre hasta él y empieza a recoger céntimos del suelo, por debajo de los asientos, entre los zapatos de la gente...no le va a dar tiempo a bajarse en Méndez Álvaro, pero tampoco parece ser lo más urgente. Se reparten el trabajo: ella coge las del suelo, él las de los viajeros. La mira y él dice gracias. "Gracias a ti", dice ella, y le entrega las monedas que escogió de su cartera.
Baja del vagón a tiempo y continúa su viaje, pero ya no es la misma que se subió hace 25 minutos.