viernes, 14 de noviembre de 2014

Como un amor de verano


Igual que un amor de verano, cuando llega septiembre y tienes que separarte de esa persona que nunca más volverás a ver.

Una relación sin futuro. No puede ser.


Eres muy joven, tienes todo por delante y te separan de él 500 km.


Después llega octubre, compañeros nuevos y la vida sigue. Incluso puede que llegue Navidad y te des cuenta de que eres capaz de volver a sentir y de que la vida no se ha acabado, como pensabas entonces.


Y antes de febrero miras atrás y ya no hay dolor. Sonríes y te quedas con la buena experiencia que fue.


Hoy, no por amor, o quizás sí, según se mire; por una afición, por una profesión, me siento en el asiento de atrás del coche y me despido con lágrimas, desde la luna trasera, alejándome de algo que tantas cosas me ha dado en poco tiempo.


Con la misma triste sensación, convencida, de que no encontraré nada igual.

martes, 11 de noviembre de 2014

Mi casa

Eres mi casa

La habitación refugio cuando el mundo deja de ser un lugar donde vivir.

La cocina con guisos calientes que me sacia del hambre más hondo, el que se crea de aperitivos banales.

Eres el rincón del sofá que te atrapa y no te quiere compartir, sólo deja que le acoples una manta, a lo sumo.

El recibidor que te da el primer abrazo, cuando la jornada te expulsa arrastrando los pies, exhausta.

La mecedora que acuna mis sueños.

La bañera en la que me despojo de todos mis miedos mugrientos y me devuelve limpia al mundo para enfrentarme a ellos.

La cama que guarda tantos placeres.

Eres el techo que frena mi impaciencia, la que vuela de forma voluntaria ajena a todo control.

Y el suelo que me deja pisarlo fuerte, haciendo ruido, porque me has enseñado que hay que desgastar la suela, porque pasar de puntillas no deja huellas de ningún tipo, ni buenas ni malas.

Las ventanas limpias que me invitan a seguir mirando el mundo para que no me olvide de por qué lucho cada día.

La única casa que no entiende de mudanzas.