Igual que un amor de verano, cuando llega septiembre y tienes que separarte de esa persona que nunca más volverás a ver.
Una relación sin futuro. No puede ser.
Eres muy joven, tienes todo por delante y te separan de él 500 km.
Después llega octubre, compañeros nuevos y la vida sigue. Incluso puede que llegue Navidad y te des cuenta de que eres capaz de volver a sentir y de que la vida no se ha acabado, como pensabas entonces.
Y antes de febrero miras atrás y ya no hay dolor. Sonríes y te quedas con la buena experiencia que fue.
Hoy, no por amor, o quizás sí, según se mire; por una afición, por una profesión, me siento en el asiento de atrás del coche y me despido con lágrimas, desde la luna trasera, alejándome de algo que tantas cosas me ha dado en poco tiempo.
Con la misma triste sensación, convencida, de que no encontraré nada igual.