lunes, 28 de julio de 2014

Si lo que cuenta es la intención...

Una declaración de amor se hace cuando algo estalla por dentro y escapa a toda posibilidad de ser retenido. Cuando una espera empezar algo con alguien, o cuando no hay nada que empezar y quiere despedirse para ahogar toda ocasión de compartir instantes en su nueva vida.
En cualquier caso, una declaración de amor guarda siempre una intención.

Intención de lanzar la caña con el deseo de que algo cambie y resolver de una vez por todas si ha picado y eres correspondida.

Intención de apostarlo todo a un número para conseguir que sus caricias sean ahora sobre tu piel, que sus pensamientos acaben siempre con la imagen de tu risa, aunque su mente esté más ocupada en pensar si el euribor sube o baja o en cómo es posible que al Madrid se le volviera a escapar la Champions. Otra vez.

Intención de soltar eso que tienes en el interior porque te estaba comiendo por dentro, como esas bacterias del intestino que por más que ingieras, ellas quieren más y te destroza poco a poco. Y cuando lo das todo, cuando amas de esa manera, sólo quieres vomitarlo y liberarte para sentir alivio. Aunque para entonces, no te habrás dado cuenta de que la solitaria de tu estómago no era nada, comparado con el infierno al que te enfrentas ahora: el de esperar una respuesta. Su respuesta.

Intención de salir corriendo después de declarar tu amor. Porque una, a veces, se siente tan tonta y tan desnuda, que sólo quiere huir y evitar la vergüenza que sentirá si él la mira y le pregunta con sorna si de verdad creía que ellos tendrían futuro...

Intención de hacerle saber al otro que ha sido único para ti, que crees que nunca volverás a sentir esa complicidad que hay al miraros porque no hay otros ojos para verte por dentro como lo hace él contigo. Y él no te hace sentir avergonzada aunque te desnude el interior.

Intención de hacerle ver que basta un leve roce con su ropa para que tu piel se erice en pleno julio y sólo un beso para que ese olor te impregne por siempre e hiperventiles, aspirando hondo una y otra vez restos de su aroma para convercerte de que ese olor se desvanece y no es tan increíble como cuando te llegó por primera vez, pero es en vano. Ese perfume, el suyo, es sólo suyo y entonces no te queda más remedio que aceptar que eres olordependiente y que nunca te había pasado de ese modo. Así que, a la lista de cambios en tu persona, se suman ahora las adicciones que te provoca.

Intención de que te confirmen que todo forma parte de un hechizo porque te sientes totalmente entregada, ajena a tu voluntad.
Ya sólo piensas en su figura y en las prendas que le visten. Porque no hay camisetas ni vaqueros ni zapatillas que le queden mejor que a él. Porque no sabes lo que es dormir sin su "Buenas noches, descansa" porque no sabes levantar el día sin sus buenos días madrugadores ni su "jajajajajajaja" en el Whatsapp, que te dan más energía que la cafeína del café más potente del mundo. Su aroma, el del café, tampoco compite con su olor. Sólo deja un resquicio para imaginarte cómo será esa mezcla de perfumes de la mañana, cuando él te prepare el desayuno y lo degustes, cuando él sea el primer alimento que llevarse a la boca después de horas juntos de ayuno.

Intención de hacerle ver que te has cansado de ser egoísta y que deseas tanto compartir cosas con él que no crees que el día tenga suficientes horas ni el año bastantes días como para que dé tiempo a hacerlo todo.

Intención de saberte renovada, porque con él no existe el cansancio, porque te recarga las pilas más que el Sol. Que con él da igual si llueve, siempre que se puedan ver las gotas desde el otro lado de la ventana, a su lado.

A veces será con la clara intención de decirle que ha despertado algo nuevo en ti. Que quizás siempre estuvo ahí, pero narcotizado, sin la vana esperanza siquiera de que, algún día, esos pensamientos cobraran forma sentimental y sentido al conocerle, haciendo entender que el AMOR, con mayúsculas, existe y entonces....Ah! ¿qué mayor privilegio se puede esperar que sentir algo así?.
Quizás no sólo sentirlo; sino materializarlo. Pero entonces, todo estará por descubrir: ¿y si hay desencanto? Aún así, bendito sentimiento. Habrá merecido la pena.

Otras, en cambio, sin la intención de esperar respuesta, ni de empezar nada con esa persona, ni siquiera de salir corriendo...sólo con la idea de irse caminando despacio y desaparecer lentamente, como un pequeño punto en el horizonte.

Y si la intención es lo que realmente cuenta, que empiece entonces a contar.