Entras a saco, como un torbellino de papeles agolpándose por
cruzar la puerta en la tormenta y yo me
quedo inmóvil, mirándote a los ojos para comprobar si eres tú. Si sigues siendo
la chica más triste del barrio.
Me has visto, pero aún no eres consciente de cómo me ha
entrado fiebre de pronto, de cómo mis sienes laten al compás de mi pecho,
cuando te acercas a saludarme. Ahora me siento fuerte, capaz de atraerte hacia
mí sin miedo a que los demás reaccionen. No me importa ser el primero en
declararme porque sé que ya lo han hecho otros antes…
Tu sonrisa me calma, ya no la recordaba así, tan limpia, tan
serena como una piscina pública de madrugada.
Tu voz me despierta, me recuerda que estás aquí, delante de
mí, hablándome y yo aún no te he escuchado. Me doy cuenta de que esperas una
respuesta porque tus ojos se abren, contemplando quizás mi rostro embobado. Vuelvo
a mí y recuerdo que me has preguntado
hace un rato, unos segundos, que qué tal todo.
Así, con un TODO esperas que te explique que bien, pero perdido.
Sin rumbo desde que dejé de verte a ti, como parte de un TODO que entonces daba
sentido al madrugón de las mañanas.
Que he pasado los años disfrutando de la vida, de los nuevos
rostros que he ido conociendo, de los cuerpos con los que he compartido
aliento, disfrutando del camino hacia mi meta.
Pero ya he descubierto que no seguía camino recto, sino
vueltas concéntricas y mi meta, simplemente, no estaba.
Que hace poco tiempo la crisis me obligó a parar, a dejar de
madrugar y que no pienso en otra cosa que en averiguar el sentido de existir. Como
cuando éramos más jóvenes y tú llegabas tarde tras una pelea con el
secador por dominar las ondas de tu pelo.
La lluvia te chafaba tu esfuerzo y, aunque no te dabas cuenta, el
agua te hacía aún más bella.
Entonces, TODO tenía sentido. No me preguntaba por qué no
remoloneaba en la cama al sonar el despertador, por qué podía discutir contigo
sin miedo a perderte ni por qué llegaba tarde a comer sin que mis tripas
sonaran…sabía la razón de todo ello y, sin embargo, hoy, no sólo el futuro es
incierto, también mi presente.
Sigo teniendo calor y alrededor nuestro se arremolinan los copos de nieve.