lunes, 25 de julio de 2016

Cuando mis pies se vuelven sordos

Lo confieso: no puedo bailar contigo.
Déjalo, es inútil.
Y no te frustres; que ni eres mal profesor ni yo una desmotivada alumna. No hay remedio; igual que no habrá horas de ensayo que lo arreglen.
Entiende que mis pies se vuelven sordos cuando tus manos cogen las mías, cuando tus brazos me envuelven y mi boca está tan cerca de tu cuello.
Entiende que provocas tal torbellino en mí que no hay ritmo ni señal que yo interprete. Y q improviso mis pasos, por no salir de allí corriendo en ese instante. Porque no te resisto.
Enséñame si quieres cómo hago para que mi nariz deje de olerte, cómo insensibilizo mi piel cuando la rozas o cómo no bajar la mirada si tus ojos buscan los míos.
Déjame aprender eso, y probemos después lo de bailar.
Pero no ahora; en otra vida, ya si eso...

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